El mal de las encinas en la zona de presierra alerta de la gravedad de las sequías prolongadas
Que las épocas de calor excesivo y de sequía prolongada producen la seca de algunas encinas en momentos puntuales es algo conocido y cada vez más habitual. Pero la generalización de este efecto en el color del campo es algo nuevo y bastante preocupante para expertos y amantes de la naturaleza. En realidad, es uno de los primeros efectos tangibles del tan comentado, y a veces aún negado, cambio climático.
Por no crear alarma
Según los expertos, el motivo de que esta alarma y las necesarias medidas de ahorro aún no lleguen a la población estriba en decisiones políticas e informativas. Decisiones tomadas al frescor de un grifo que mana a placer, y no de un pozo o manantial de cuantos ya estaban secos al principio de verano. Como ya están advirtiendo los ganaderos de la Sierra madrileña, ecologistas y demás expertos en la cultura del campo, “desde el pasado mes de febrero, en nuestra comunidad no se han producido lluvias de importancia. Por el contrario, a esta escasez de agua de más de nueve meses, se ha sumado un periodo de mayores temperaturas y de con más duración de lo habitual de la época estival”. Con esta situación son muchas especies, animales y vegetales, las que se ven afectadas por el estrés hídrico, sin que su estado despierte temores. Sin embargo la defoliación (pérdida de hoja) de las encinas es un síntoma preocupante de que algo está pasando en el campo madrileño.
Preguntado un agente forestal de la Comunidad de Madrid, que prefiere no identificarse, por las causas de este seca en los encinares, aseguraba a este periódico que no se puede confirmar nada porque no se está realizando ningún estudio. Los responsables de la conservación del medio natural en Madrid, principalmente los destinados a las zonas del oeste de la Comunidad, no disimulan su preocupación, pero reconocen que no se puede tomar medida alguna si no se conoce con precisión el motivo.
El hongo ‘Phytophthora’
El investigador Ángel Fernández Cancio asegura que para determinar el verdadero origen del mal que afecta a las encinas es necesario realizar un estudio del suelo. Concretamente, para concretar si esta especie está afectada por el hongo Phytophthora no basta con analizar las partes dél árbol, sino el terreno del que se alimenta. Este hongo actúa colapsando las raíces del árbol e impidiendo la entrada del alimento.
Tras visitar algunos encinares de la Comunidad de Madrid, Fernández Cancio asegura que no se han hecho estudios del suelo aún en esta región, “porque esto tiene que encargarlo alguna parte interesada, como ha ocurrido en Extremadura y Andalucía. Sin embargo, a título personal, me atrevo a confirmar que el Phytophthora ya está entrando en Madrid, por el suroeste, la zona del río Alberche y el límite con Toledo”.
Según explica este experto en las consecuencias del cambio climático sobre las especies arbóreas, el hecho de que este hongo esté afectando ahora a las encinas no es casual. Como ocurre con cualquier tipo de afección biótica, también en los animales, afecta mayormente a aquellos ejemplares que están debilitados por cualquier circunstanció. Y las encinas de Madrid, al igual que las del resto de la mitad sur de España, están seriamente dañadas, como demuestra su aspecto tras padecer la seca, que, tal y como explica este investigador, “es un proceso de mortalidad por factores bióticos (virus, hongos, etc) y abióticos, como puede ser el clima”.
Esperanza en Madrid
El hecho de que las encinas de Madrid sean principalmente ejemplares jóvenes supone una mayor esperanza de recuperación que cuando se trata de encinares viejos, como los del sur y suroeste del país.
En la presierra madrileña se están apreciando estas manchas pardas en encinares de municipios como Colmenarejo y, sobre todo, Valdemorillo, en su límite con Quijorna y El Pardillo. Pero también empiezan a observarse ejemplares afectados en Galapagar, Torrelodones y hasta en Alpedrete. Como recuerda Fernández Cancio, “esta seca y defoliación de las encinas es un mecanismo de defensa ante la falta de agua. Es un proceso que comenzó en los años 80. Y desde entonces es cada vez más habitual en nuestros bosques”. Las encinas, en periodos de carencia, son capaces de encontrar alimento a gran profundidad, pero tras estos años de escasas precipitaciones y explotaciones ilegales, los acuíferos subterráneos tampoco pueden ya hacer sus aportes.